__ Ceinub me vuelves loca, no sé cómo pude soportar
todo este tiempo. Tus senos son tan deliciosos. Podría mamarte toda la
noche.__ decía mientras yo solo podía
gemir aún más al oír sus palabras. Mis pezones estaban tan hinchados, que con
solo soplarlo provocaba en mis espasmos de placer. Continúo descendiendo hasta
llegar a mi vientre. Allí se detuvo brevemente para besarlo suavemente.
Continuo bajando lamiendo mi depilado monte de venus. Separo mis piernas para
tener completo acceso a mi empapada vagina. Mi clítoris vibraba de placer y
deseo. Deseaba su lengua sobre él. Moría por ser devorado por aquella boca
pintada de rojo carmesí. Suavemente continúo lamiendo mi orificio. Penetraba su
lengua dentro de mí haciéndome retorcer de placer. Me sujeto por las caderas ya
que no podía parar de moverme. Entonces subió a mi clítoris apretándolo entre
sus labios lo chupaba con fuerza. Oh que rico sentía. Le apreté la cabeza
contra mi deseaba hundirla en mi vagina. Ella chupaba y halaba mientras yo
jadeaba como una perra. Movía su lengua de un lado a otro sobre mi clítoris. Sentir su lengua tibia me descontrolaba.
Metió sus dedos dentro de mí. Yo solo gemí. Comenzó a moverlos, como si
quisiera encontrar algo perdido. Después de unos segundos de búsqueda, sentí
como sus dedos acariciaban algo dentro de mí que nunca nadie había logrado
encontrar. Era mi punto G, sus movimientos se intensificaron, masajeaba y
chupaba a la vez mi rojo clítoris. Provocándome fuertes contracciones pélvicas.
Empecé a gemir y gemir, no podía parar. Sentir su lengua y sus dedos moverse
rítmicamente en mi húmedo e hinchado sexo, la imagen de mi clítoris dentro de
su boca y sus labios apretándolos mientras me miraba fijamente me hacía
revolcarme de placer. Entonces de tanto disfrute me corrí en su boca llenándola
de tanta lubricación a lo que ella gustosa tragaba cada gota que salía de mi
sexo.
__ Ahora es mi turno preciosa__ le susurre.
La agarre por la cintura apretándola contra mí. Permanecimos así por unos segundos. Mirándonos fijamente, sentía como si ella deseara decirme con sus
ojos todo lo que llevaba reprimido por tantos años. Le sostuve su rostro entre mis manos y
comencé a besarla suavemente. El olor de
su caro perfume me calentaba la sangre. Comencé a lamer su delicado cuello. Que
mujer más exquisita era ella. Pase la lengua por sus oídos, deteniéndome a
chupar sus orejas. Pronto comenzó a retorcerse.
Entre besos, mordiscos y
chupeteadas fui poco a poco encendiendo su pasión. Era momento de continuar
llegue a sus pechos, a los que solo les faltaba pedir a gritos que me detuviese
en ellos. Así lo hice. Bese suavemente
cada parte de sus ricas tetas. Chupe y
lamí hasta hacerla enrojecer. Por fin
llegue a sus pezones. Oh me sentía en la
gloria. Tenerlos en mi boca y poder
chuparlos y mordisquearlos era sublime.
Su sabor, su suave textura.
Sentir como se endurecían y agrandaban más y más, mientras ella gemía y
jadeaba de placer me torturaba.
En ese preciso momento algo se apodero de
mí. Baje rápidamente hasta su cálido
sexo. El cual se abría para mi listo a recibir cada una de mis caricias. Sin demora acerque mi boca a su rosado
clítoris, que ya estaba tiritando por mí,
lo metí por completo en mi boca. ¡Ohh¡ me excite de sobremanera al
hacerlo. Saboreé su delicado sexo una y
otra vez. Marcela empezó a estremecerse
de placer. Tenía que apretarla con
fuerza para no dejar salir nada de mi boca.
Su vagina me hipnotizo a tal punto de no escuchar sus gritos y gemidos ensordecedores.seguir leyendo